Ninoska Henriquez
Ninoska Henriquez, vivía en Quintero, Quinta Region, en una casona junto a su abuelo Bernardo Araya –diputado del Partido Comunista por varios períodos–; María Olga Flores, su abuela; su hermano Vladimir (15); su primo Eduardo (9) y ella que entonces tenía 9 años, un pijama y un poncho de lana a través del que horas después vería el trayecto de su familia hacia la tortura.
“Nos quebraron el alma”, dice hoy sentada en su departamento de calle Las Condes. Tiene 46 años y dos hijos: una de 20 y otro de 14 años. La familia que formó fortalece su presente. Un presente antecedido por un periplo de soledades: después de la desaparición de sus abuelos, su familia fue perseguida. Tanto, que los niños fueron repartidos en diferentes casas: ella vivió su infancia con otro nombre, el de Nina Romero Sandoval. Primero estuvo en una casa de una familia que le tendió una mano en la población José María Caro. Después, en un convento de monjas españolas en Avenida General Velásquez. Cuando la persecución recrudeció, su papá la dejó en España, con 14 años, intentando seguir sus estudios, por dos años, sola. Volvió a Chile. Después viajó a Argentina. Estudió Ingeniería en Petróleo en Mendoza. En esa ciudad estaba, cuando el 15 de junio de 1987, un segundo golpe profundo la lanzó al suelo: su hermano mayor, Juan Henríquez, había muerto en la Operación Albania.
“Supe que no iba a estar a salvo ni en Chile ni en Argentina. La persecución había traspasado las fronteras”, cuenta mirando una fotografía deslavada de Juan que está sobre un mueble de madera en el comedor de su departamento. Entonces, partió a estudiar a Rusia, donde conoció a su esposo, terminó una carrera universitaria y pudo sentir que, por fin, tenía algo de vida. Santiago de Chile. 16-08-2013 (©Alvaro de la Fuente/Triple.cl)